Susana Zazo Díaz | Psicóloga General Sanitaria
Causas y consecuencias del miedo al conflicto
Las personas que evitan conflictos son aquellas que prefieren no enfrentarse a situaciones que puedan generar confrontación o tensión. Suelen mostrarse pacíficas y buscan mantener la armonía en sus relaciones personales y profesionales.
Suelen hacerlo por temor a las consecuencias negativas que podría tener el enfrentamiento, como el rechazo, la pérdida de una relación importante o la posibilidad de sentirse humillados o vulnerables.
¿Por qué algunas personas prefieren evitar el conflicto?
Las razones por las que algunas personas intentan evitar el conflicto a toda costa pueden ser varias.
Algunas personas pueden ser naturalmente no conflictivas y buscar la paz y la tranquilidad en su vida. Otras pueden haber tenido experiencias negativas en el pasado que las hacen temer los conflictos o simplemente prefieren evitar situaciones incómodas. También puede ser que sientan que no van a poder controlar las consecuencias o teman decepcionar a alguien. Las personas con fobia social también tienden a evitar situaciones en las que puedan surgir conflictos, debido a la inseguridad sobre cómo actuar o qué decir y la posibilidad de ser juzgadas o criticadas. La evitación puede ser una forma de protegerse de estos sentimientos negativos.
El miedo al conflicto también puede tener sus raíces en la infancia. El estilo de educación recibido puede influir en la capacidad para manejar el conflicto. En particular, algunas teorías en psicología sugieren que los padres, madres o cuidadores/as que son autoritarios/as o sobreprotectores pueden enviar mensajes a los niños y niñas de que el conflicto es peligroso o amenazante, por lo que aprenden que es mejor evitar el conflicto que enfrentarlo abiertamente. Si han sido criados en entornos donde no se les permitía expresar sus opiniones o sentimientos o tenían una consecuencia negativa si lo hacían, es lógico que en la edad adulta muchos de ellos eviten hacerlo, no sólo por las posibles consecuencias, sino por una sensación interna de temor, incapacidad y vulnerabilidad.
Cuando se les ha enseñado a callar, estos niños y niñas pueden sentir que no tienen la habilidad o el derecho a expresarse en situaciones de conflicto. Es posible que teman ser rechazados, ridiculizados o castigados si expresan sus opiniones y emociones abiertamente y estas no son compartidas. Como resultado, pueden evitar el conflicto y buscar la aprobación de los demás en lugar de defender sus propias necesidades y preferencias.
Por el contrario, los niños y niñas que crecen en hogares donde se alienta al diálogo, el debate y la resolución de conflictos pueden desarrollar una mayor habilidad para manejar situaciones conflictivas en el futuro. Aprenden que el conflicto no es necesariamente algo a evitar, sino una oportunidad para aprender, crecer y encontrar soluciones juntos y que la diferencia de opiniones no es sinónimo de rechazo o abandono.
Comportamientos de las personas que evitan conflictos
Algunas características comunes de estas personas pueden incluir:
1. Tienden a evitar situaciones conflictivas o incómodas.
Las personas que temen el confrontamiento pueden evitar situaciones en las que puedan surgir conflictos. Por ejemplo, pueden evitar dar su opinión en una discusión o evitar hablar con alguien que les ha causado problemas en el pasado.
2. No expresan abiertamente sus opiniones o necesidades.
Y al no hacerlo refuerzan su inseguridad y sensación de poca valía, lo que repercute en su autoestima.
3. Tienden a ceder a las demandas o necesidades de los demás para evitar conflictos.
Pueden sentir que es más fácil ceder que arriesgarse a una posible desavenencia. Con esto aprenden a no tener en cuenta sus necesidades, lo que a la larga puede tener consecuencias negativas como frustración, resentimiento, agotamiento emocional o físico e incluso pérdida de identidad.
4. Se sienten incómodos o ansiosas en situaciones conflictivas.
Pueden temer la posibilidad de que las cosas empeoren o que no puedan manejar la situación.
5. Se sienten inseguras acerca de su capacidad para manejar situaciones conflictivas.
Pueden preocuparse por decir algo incorrecto o por no ser capaces de defenderse, llegado el caso.
6. Tienen dificultad para establecer límites y hacer valer sus necesidades y deseos.
Pueden preocuparse por herir los sentimientos de los demás o por ser vistos como egoístas o agresivos.
Se ha visto que esta estrategia de comportamiento puede tener consecuencias negativas a largo plazo, como el resentimiento acumulado, la falta de respeto por uno/a mismo/a y problemas de autoestima. Muchas veces aquello que no se expresa termina expresándolo el cuerpo por medio de somatizaciones (como dolores de cabeza, musculares, fatiga crónica, trastornos digestivos y otros problemas de salud física) y de síntomas psicopatológicos (ansiedad, irascibilidad, depresión, estrés…). Si no atendemos nuestras necesidades o tendemos a anteponer los deseos y preferencias de los demás estaremos alimentando la inseguridad y la sensación de poca valía, con las repercusiones sociales y personales que eso conlleva.
Es importante, por tanto, ayudar a las personas a comprender la importancia de manejar los conflictos de manera saludable y efectiva y así alimentar una sana autoestima y construir relaciones más saludables y satisfactorias.
Superar el miedo o la evitación al conflicto
Algunos consejos que se podrían dar a una persona que quiere superar su miedo al conflicto podrían ser:
- Identificar y desafiar pensamientos irracionales: a menudo, nuestros miedos al conflicto están relacionados con pensamientos negativos o irracionales. Identificar estos pensamientos y cuestionar su validez puede ayudar a una persona a sentirse más segura y confiada en situaciones de conflicto.
- Practicar la comunicación asertiva: aprender a comunicarse de manera clara y asertiva puede ayudar a una persona a sentirse más segura al abordar conflictos. La comunicación asertiva implica expresar los sentimientos y necesidades de uno de manera clara y directa, sin atacar o culpar a la otra persona. La práctica, como ocurre al entrenar cualquier habilidad, hará que con el tiempo cada vez se pueda hacer más fácilmente.
- Aprender a tolerar la incomodidad: los conflictos son naturalmente incómodos, pero aprender a tolerar esta incomodidad puede ayudar a una persona a enfrentar y resolver problemas. La práctica de la meditación y la relajación pueden ayudar a reducir la ansiedad y el estrés asociados con los conflictos.
- Practicar la resolución de conflictos y el poner límites: la práctica hace al maestro, y practicar la resolución de conflictos y la asertividad en situaciones de bajo riesgo puede ayudar a una persona a sentirse más segura en situaciones más desafiantes.
- Aceptar que el conflicto es normal en las relaciones humanas y evitarlos por sistema sólo consigue reforzar el sentimiento de incapacidad e inseguridad.
- Practicar la auto-empatía y la auto-compasión. Mirar siempre por las necesidades de los demás y abandonar las nuestras tendrá consecuencias en nuestra autoestima.
- Buscar ayuda profesional: si el miedo al conflicto está causando problemas significativos en la vida de una persona, puede ser útil buscar la ayuda de un/a profesional de la salud mental. Un psicoterapeuta puede trabajar con una persona para identificar las causas subyacentes del miedo al conflicto y desarrollar estrategias efectivas para superarlo.