TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DEL DOLOR CRÓNICO
Susana Zazo Díaz | Psicóloga General Sanitaria
A la hora de estudiar el dolor se suelen utilizar distintos criterios de clasificación. Atendiendo a su duración el dolor se puede clasificar en dolor agudo o crónico.
Según la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) un dolor se considera crónico cuando persiste más allá del tiempo de curación esperado (IASP, 1979).
El dolor crónico es un problema de salud importante a nivel mundial. Es física y psicológicamente estresante y repercute de forma muy negativa en la vida del paciente y sus familiares. Además, existen muchos pacientes con dolor crónico no diagnosticados o tratados inadecuadamente. En 2007 la OMS identificó la necesidad de un tratamiento mejorado y estandarizado del dolor crónico.
En España afecta aproximadamente a un 18% de la población, siendo muy frecuentes los dolores de lumbago, neuropático, musculoesquelético y la artrosis y tiene un alto impacto a nivel individual, económico y social.
Se sabe que el dolor crónico tiene causas y consecuencias de tipo biológico, psicológico y social que interactúan entre sí de manera recíproca y dinámica, por lo que su evaluación y tratamiento ha de hacerse desde una perspectiva interdisciplinar que permita al paciente beneficiarse de una atención integral.
FACTORES PSICOLÓGICOS Y EMOCIONALES EN EL DOLOR CRÓNICO
El dolor crónico se inicia como dolor agudo y se asocia a un alto grado de tristeza, ansiedad y, en ocasiones, de ira. Cuando el dolor no se trata adecuadamente o no cede es normal que el paciente se sienta triste, cansado, enfadado, solo y estresado. Se hace necesario abordar estas experiencias emocionales para mejorar el bienestar del paciente.
En muchas ocasiones el dolor es en algún grado discapacitante y afecta a varias áreas de la vida del paciente: laboral, social, sexual, sueño…
Con frecuencia, los pacientes evitan situaciones y/o actividades potencialmente dolorosas, lo que repercute de manera directa en su ánimo y calidad de vida.
El tratamiento del dolor crónico requiere evaluar la capacidad funcional general para las actividades de la vida diaria y abordar aquellas áreas que se ven afectadas, empezando por las que pueden ser más fácilmente recuperables para aumentar la sensación de autoeficacia y la motivación.
Es importante ayudar al paciente a centrarse en aquellas áreas menos afectadas para moderar el impacto del dolor en su calidad de vida global.
También es necesario evaluar las creencias que sobre el dolor tiene el paciente. Estas creencias van a disparar pensamientos negativos con respecto a su situación que, en exceso, pueden interferir en su quehacer y disparar reacciones emocionales desadaptativas.
A veces no son tanto creencias irracionales como disfuncionales o desadaptativas, pero igualmente interfieren en el nivel de ajuste. Por ejemplo, la creencia general de que el dolor es incapacitante física o psicológicamente se relaciona con un peor funcionamiento que aquellas creencias de afrontamiento en general y/o superación del dolor y de apoyo de otras personas.
Cuando aparecen pensamientos negativos y catastrofistas sobre el dolor o la enfermedad, surge miedo a la actividad física y, en consecuencia, a evitarla, lo que empeora el estado físico del paciente. Por supuesto hay situaciones donde el dolor es invalidante y la persona no puede realizar determinadas actividades. El trabajo psicológico en esos casos pasaría por tratar de buscar otras actividades que puedan hacerle sentir cierto bienestar psicológico.
Cuando una persona siente dolor persistente es lógico sentirse indefenso. Las creencias de indefensión contribuyen fuertemente a la percepción de incapacidad y al nivel de dolor percibido. Si a pesar de los distintos tratamientos continúa habiendo dolor el paciente podría desarrollar un estado de indefensión aprendida y aislarse y dejar de esforzarse buscar nuevas alternativas de tratamiento e incluso abandonar sus actividades cotidianas.