Al igual que ocurre con los adultos, los/as niños/as pueden desarrollar un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) que, si no se trata, podría interferir en su desarrollo y persistir en la edad adulta. De hecho, muchos de los/as adultos/as que presentan TOC reconocen haber comenzado a padecer ya síntomas durante su infancia.
Tanto los niños como las niñas pueden desarrollar este trastorno. Se ha visto que en los niños la edad de inicio es más temprana (hacia la pre-pubertad) que en las niñas (hacia la adolescencia o principio de la juventud). El inicio de la sintomatología suele ser gradual aunque también se han descrito algunos casos de aparición aguda.
CARACTERÍSTICAS DEL TOC INFANTIL
El TOC es un trastorno que se caracteriza por la presencia de pensamientos obsesivos y compulsiones. Puede manifestarse en la infancia de diversas formas, afectando significativamente el bienestar del/la niño/a y su desarrollo.
Según el DSM 5, las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que se experimentan como intrusivos y no deseados y que causan malestar y ansiedad (DSM 5; APA, 2013).
Las compulsiones son conductas o actos mentales de carácter repetitivo que la persona se siente impulsada a realizar en respuesta a una obsesión, de acuerdo con unas normas que se deben aplicar de manera rígida.
El objetivo de las compulsiones es reducir la angustia provocada por las obsesiones o prevenir un acontecimiento temido. Sin embargo, estas compulsiones, o bien no están conectadas de forma realista con el evento temido o son claramente excesivas.
Los/as niños/as se ven igualmente obligados/as a realizar estos comportamientos, interfiriendo en su vida diaria.
Las obsesiones y compulsiones pueden tener una relación directa entre sí en algunos casos, como cuando un/a niño/a experimenta un miedo obsesivo a la contaminación y responde lavándose las manos repetidamente. Sin embargo, en otras situaciones, las obsesiones y compulsiones no parecen estar estar relacionadas (al igual que ocurre en los/as adultos/as), lo que hace más difícil su identificación. Por ejemplo, un/a niño/a puede tener un miedo obsesivo a que les pase algo malo a sus padres/madres y verse obligado/a a repetir mentalmente unos mensajes o evitar tocar ciertas cosas para que no ocurra.
Es importante señalar que la mayoría de los/as niños/as pasan a través de una serie de etapas evolutivas donde son habituales ciertas conductas y rituales. Estas conductas suelen ser parte del proceso de desarrollo y pueden incluir comportamientos repetitivos, rituales de sueño, miedos transitorios y preocupaciones.
Es importante distinguir entre estos comportamientos normales, que les permiten progresar en su desarrollo, aportándoles seguridad frente a sus temores y facilitando el proceso de socialización, de los síntomas de un Trastorno Obsesivo Compulsivo, ya que los primeros suelen disminuir con el tiempo y no interfieren significativamente en la vida diaria del/la niño/a, mientras que los síntomas del TOC persisten y causan malestar o interferencia funcional.
DIFERENCIA ENTRE RITUALES EVOLUTIVOS Y RITUALES DEL TOC
Por ejemplo, entre los 2 y 3 años de edad, es común que los/as niños/as desarrollen rituales relacionados con las rutinas diarias, como comer, bañarse o acostarse. Pueden pedir a sus padres/madres que dejen una luz encendida, que les cuenten un cuento o que les traigan un vaso de agua antes de dormir. Estos rituales forman parte del proceso de desarrollo y les ayudan a sentirse seguros/as y confortados/as mientras aprenden a enfrentar nuevas experiencias y transiciones.
Estas conductas rituales tienden a aumentar entre los 4 y los 6 años de edad, período en el cual los/as niños/as experimentan con mayor frecuencia miedos relacionados con la oscuridad, los fantasmas y los monstruos. Sin embargo, es importante destacar que estos comportamientos suelen disminuir y desaparecer alrededor de los 8 ó 9 años de edad. Este proceso forma parte del desarrollo infantil normal, ya que los/as niños/as adquieren habilidades para manejar sus temores y preocupaciones a medida que maduran y crecen.
También durante la etapa del pensamiento mágico, que abarca aproximadamente de los 3 a los 6 años de edad, es común que los/as niños/as desarrollen supersticiones. Son conductas mediante las que los/as niños/as creen que pueden controlar de manera «mágica» lo que sucede a su alrededor. Por ejemplo, algunos/as niños/as pueden tocar madera, usar su número de la suerte o cruzar los dedos como una forma de influir en los eventos o protegerse de la mala suerte. Estas supersticiones son también parte del proceso de desarrollo cognitivo y suelen desaparecer a medida que adquieren un entendimiento más completo del mundo que los rodea.
A los 5-6 años de edad, es común que los/as niños/as experimenten juegos con componentes obsesivos, como evitar pisar las baldosas en el suelo o contar repetidamente los coches que ven en la calle. Estos comportamientos también forman parte del desarrollo infantil y reflejan la necesidad de los/as niños/as de establecer orden y control en su entorno. Es importante reconocer que estos rituales son temporales y tienden a disminuir con el tiempo, a medida que los/as niños/as desarrollan habilidades cognitivas y emocionales más maduras.
A los 7 años, muchos/as niños/as comienzan a desarrollar el interés por coleccionar objetos como cromos, cómics, muñecos pequeños, entre otros. Este comportamiento es parte del proceso de desarrollo y les ayuda a explorar sus intereses y a desarrollar habilidades organizativas.
También, entre los 7 y los 11 años, los juegos suelen seguir reglas estrictas. Si estas reglas se rompen, puede provocar peleas y enfados entre ellos/as. Esto se debe a que están aprendiendo sobre la importancia de las reglas y la justicia en las interacciones sociales, y pueden ser muy sensibles a cualquier infracción percibida. Estas experiencias les ayudan a desarrollar habilidades sociales y a entender la importancia del respeto mutuo y la cooperación en las relaciones con los demás.
En la adolescencia las conductas rituales normales suelen disminuir, pero pueden ser sustituidas por una preocupación obsesiva por cierta actividad, música o ídolos. Los/as adolescentes pueden desarrollar un interés intenso y focalizado en un hobby, deporte, banda musical o figura pública, dedicando gran parte de su tiempo y energía a esta actividad. Esta intensa dedicación puede manifestarse en comportamientos «obsesivos», como la necesidad de estar constantemente informados sobre el tema o la participación excesiva en actividades relacionadas. Aunque estas obsesiones pueden ser una parte normal del desarrollo adolescente, es importante estar atentos/as a cualquier comportamiento que interfiera significativamente con el funcionamiento diario o cause malestar emocional.
La diferencia entre todas estas conductas de naturaleza ritual y obsesiva con los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo es que tanto el juego o comportamiento en sí mismo como su interrupción no producen ansiedad o angustia, al contrario, tienen un carácter lúdico y placentero y se dan en momentos del desarrollo coherentes con el curso evolutivo esperable. Sin embargo, en los/as niños/as con TOC, los rituales son incapacitantes porque les consumen mucho tiempo, no pueden dejar de realizarlos y les provocan un gran sufrimiento, al interferir significativamente con su funcionamiento diario en la escuela y el resto de actividades.
Es frecuente, además que estos comportamientos les hagan sentir vergüenza y culpa, por eso tratan de ocultarlos o se aíslan, lo que dificulta su diagnóstico.
Conforme se avanza hacia la edad adulta, los comportamientos evolutivos van desapareciendo, en contraposición con los rituales de los/as niños/as. Los/as adultos tienden a desarrollar una mayor capacidad para manejar las rutinas y las transiciones sin depender de rituales específicos. En lugar de ello, confían en estrategias más flexibles y adaptativas para enfrentar los desafíos cotidianos.