Duelo por coronavirus

Coronavirus, Duelo, Psicología adolescente, Psicología adultos, Trauma Psicológico
Susana Zazo Díaz | Psicóloga General Sanitaria

La pandemia provocada por el coronavirus ha hecho que tengamos que enfrentarnos y elaborar diferentes pérdidas no tangibles, no sólo en el área de salud, sino también en el área social, económica y en algo tan básico como nuestra libertad y nuestra cotidianeidad, tal y como la conocíamos. Nos ha enfrentado a la conciencia de nuestra finitud. Ha supuesto una caída de los esquemas de seguridad y confianza acerca del mundo y ha puesto de manifiesto lo vulnerables que podemos llegar a ser.

El no saber cómo se van a desarrollar los acontecimientos nos ha llevado a vivir en un estado de incertidumbre e inseguridad que ha dificultado enormemente poder elaborar emocionalmente la situación que estamos viviendo.

Esta situación es la base sobre la que muchas personas tienen que elaborar el duelo por la muerte de un ser querido debido al coronavirus, lo que se ve tremendamente dificultado ya que las condiciones vividas en esta pandemia favorecen la aparición de duelos complejos, prolongados y traumáticos, tanto por las características del proceso de muerte como por la naturaleza traumática de la situación y del contexto y la falta de recursos para hacerle frente.

Características del duelo por Covid-19

Cualquier tipo de fallecimiento supone una experiencia traumática en la vida de una persona, pero las circunstancias que rodean el fallecimiento de una persona por la Covid-19 hacen que los dolientes tengan especial riesgo (se vean especialmente vulnerables) de desarrollar duelos complicados, por su fuerte impacto emocional. Han sufrido muchas emociones negativas, muy intensas, en muy poco tiempo y poco margen para procesarlas.

Algunos de los factores que se han visto como predictores de este riesgo son la rápida e inesperada evolución de la enfermedad, la dificultad o incapacidad de comunicarse y de estar con el ser querido cuidándole y atendiéndole (en la primera ola aún menos), con la consiguiente falta de información e incertidumbre sobre su evolución, la posibilidad de pérdidas múltiples y, sobre todo, el no poder acompañar al ser querido en el momento del fallecimiento.  Algunos familiares que puedan encontrarse en cuarentena ni siquiera pueden recibir posteriormente el apoyo y afecto de sus seres queridos, tan importante en el proceso de duelo, algo inviable durante la primera ola debido a las restricciones. Incluso actualmente, las medidas de protección para no contagiarse impiden que los dolientes puedan recibir el apoyo y el contacto físico como desearían, algo tan importante para iniciar el proceso de duelo, incrementándose la sensación de soledad y confusión en estas familias. 

El aislamiento y la imposibilidad de despedirse resulta enormemente traumático e incrementa la posibilidad de padecer síntomas de estrés post traumático y/o duelo complicado

Aunque según ha ido avanzando el tiempo se han ido encontrando nuevas formas de comunicar al paciente con los familiares (videollamadas, llamadas de teléfono, etc.) y se ha vuelto a permitir realizar entierros y funerales adaptándolos a las nuevas circunstancias, en el inicio de la pandemia, durante el confinamiento estricto, muchos familiares no pudieron despedirse de su ser querido, ni verle, no pudieron realizar el velatorio o participar en cualquier otro tipo de ritual. La ausencia de un cuerpo al que llorar, el no haber podido estar en ningún momento con el ser querido ni despedirse de él, así como la imposibilidad de realizar ceremonias de despedida propicia un fuerte sentimiento de culpa y conmoción y facilita la aparición de duelos complicados en estas familias, que sienten que de repente esa persona querida ha desaparecido de sus vidas.

Los rituales son importantes porque ayudan al doliente a tomar conciencia de la realidad de la pérdida, facilitan el abrirse al dolor y recibir apoyo por parte del entorno, permiten rendir homenaje al fallecido y despedirse de él. La ausencia de rituales de cierre ha obligado a muchos dolientes a buscar otras formas de expresar ese último adiós. Ante esta situación es importante evaluar si los pacientes necesitan hacer algo para cerrar emocionalmente con la persona fallecida o si existen asuntos inconclusos sobre los cuales están atascados y estén impidiendo el desarrollo del duelo.

Trauma y duelo en la pandemia

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Debido a estas condiciones de pandemia, es posible que además del proceso de duelo debido a la pérdida muy posiblemente haya que trabajar para reparar el trauma derivado de estas circunstancias, pudiéndose manifestar con síntomas compatibles con el Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), tales como flash backs, donde el superviviente revive intensamente los acontecimientos sufridos con pensamientos e imágenes; recuerdos recurrentes referentes a la pérdida, en un intento de la mente de organizar y recuperar un sentimiento de integridad; sensación de embotamiento e irrealidad; trastornos del sueño y una sensación enorme de angustia y ansiedad, entre otros. Reconocer lo traumático del acontecimiento y la reacción emocional que supone es una forma de validarla.

Para trabajar el trauma es necesario ayudar al superviviente a reconstruir los episodios traumáticos y a elaborar los recuerdos dolorosos para disminuir su impacto emocional y facilitar la integración cognitiva y emocional de lo ocurrido, es decir, poder reorganizar coherentemente la experiencia sufrida para poder incorporarla a su autobiografía personal sin que los recuerdos le asalten de manera inesperada o le provoquen una fuerte carga emocional. El objetivo último sería sustituir la reexperimentación por el recuerdo.

Además de ayudar a la persona a facilitar la integración de la pérdida, la terapia psicológica tiene como fin ayudarles a buscar formas de conexión adaptativas con el ser querido. Esto supone aprender a dar salida a las emociones que puedan estar siendo taponadas o vividas de una manera muy angustiosa y la persona se siente incapaz de gestionar y a plantear todas las preguntas que le puedan estar atormentando, muchas de las cuales no tienen respuesta y terminan convirtiéndose en rumiaciones cíclicas, para aprender a acceder a las emociones subyacentes a estos “por qués” o “cómos” que en el fondo están evitando que el doliente conecte con ellas y pueda trabajarlas, dificultando la elaboración del duelo.

Muchos pacientes tienen miedo de seguir adelante por miedo a olvidar. Sienten que si dejan de sufrir o en algún momento desconectan del dolor de la pérdida pierden el contacto y se olvidan de la persona fallecida. Otras personas temen encontrarse bien, como si al hacerlo estuvieran restando importancia a la pérdida y si en algún momento se descubren riendo o sin dolor inmediatamente se sientan avergonzados y culpables. «No tengo derecho a sentirme bien». Continuar viviendo no significa olvidar, sino recordar al ser querido de otra manera, encontrando un lugar adecuado en la vida emocional del doliente que le permita seguir hacia delante de una manera eficaz.

Con la elaboración del duelo la persona podrá finalmente recordar al ser querido de una manera que no esté definida por el dolor agudo, la angustia o la culpa, sino de una manera que dé a su vida un nuevo significado.

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