Susana Zazo Díaz | Psicóloga General Sanitaria
Tanto en niños/as como en adolescentes, las obsesiones y compulsiones tienen un impacto profundo en su vida diaria. Estas manifestaciones del Trastorno Obsesivo Compulsivo afectan a sus relaciones familiares y sociales, así como su desempeño académico y su capacidad para disfrutar del tiempo libre. Esto conduce a problemas significativos de autoestima y a un estado de ánimo disminuido.
El TOC se relaciona con una disminución en la calidad de vida, y este deterioro es más notable cuanto más severos sean los síntomas. Además, se ha observado que un inicio temprano y una prolongada duración del trastorno están vinculados con una mayor interferencia en la vida cotidiana
Es especialmente perjudicial durante estas etapas del desarrollo porque son momentos críticos en los que se adquieren y consolidan muchas habilidades y competencias fundamentales para la vida. El impacto del Trastorno Obsesivo Compulsivo puede obstaculizar el desarrollo adecuado de estas habilidades, lo que puede tener consecuencias a largo plazo en el bienestar y la adaptación del individuo.
En el caso de los/as niños/as, la vida puede volverse sumamente estresante debido a este trastorno. El estrés crónico asociado al TOC puede afectar negativamente la plasticidad cerebral y la función cognitiva en desarrollo, lo que puede tener implicaciones significativas en el aprendizaje, la memoria y el desarrollo emocional del/la niño/a.
Es estresante por muchos factores. Por ejemplo, los rituales consumen una cantidad significativa de tiempo, lo que a menudo resulta en retrasos para realizar actividades cotidianas o incluso en la ausencia a ellas. Además, muchos de estos rituales suelen llevarse a cabo por la noche antes de acostarse, prolongando el tiempo para ir a la cama y afectando su descanso. Esto puede generar fatiga durante el día, lo que a su vez impacta negativamente en su rendimiento. Es común que este estrés constante genere sentimientos de tristeza e irritabilidad en los/as niños/as y adolescentes.
Las obsesiones y compulsiones del TOC también pueden obstaculizar su capacidad para disfrutar plenamente del juego y la compañía de sus amigos/as. Por ejemplo, las obsesiones relacionadas con la contaminación o la suciedad pueden hacer que eviten ciertas actividades o lugares por miedo a ensuciarse. Del mismo modo, las obsesiones que involucran a otras personas pueden generar ansiedad social y dificultar las interacciones con amigos/as y compañeros/as. Este impacto en su vida social puede provocar sentimientos de aislamiento y frustración.
En el entorno escolar, algunas obsesiones, como las relacionadas con la simetría y la perfección, pueden llevar a los/as niños/as o adolescentes a realizar rituales como revisar, borrar y rehacer las tareas varias veces. Esto afecta su atención y concentración, lo que a su vez incide en su desempeño académico, ya que dedican una cantidad excesiva de tiempo y energía a realizar estas actividades rituales en lugar de concentrarse en aprender y completar sus tareas de manera efectiva.
Algunos niños/as y adolescentes afectados/as por el TOC pueden sentirse aislados y ser objeto de burlas por parte de otros/as niños/as. Otros/as tienden a aislarse debido a la vergüenza que experimentan o para evitar el malestar que les provoca su condición. Los/as adolescentes mayores pueden sentirse ridículos o diferentes e intentar ocultar su problema o distanciarse de sus compañeros/as, lo que puede afectar negativamente sus relaciones sociales y su sentido de autonomía. Esta situación puede generar un impacto emocional significativo y dificultar la capacidad del/la niño/a o adolescente para relacionarse y desenvolverse en su entorno social.
Por otra parte, algunos tipos de obsesiones pueden tener efectos negativos para la salud. Por ejemplo, las obsesiones de contaminación pueden llevarles/as a evitar ir al médico o incluso a desarrollar problemas dermatológicos debido al exceso de lavado. Los rituales también pueden interferir en las horas de sueño, descanso y en la alimentación, lo que puede tener repercusiones en su salud física y emocional. Es importante abordar estos aspectos para garantizar un adecuado cuidado de la salud integral de los/as niños/as y adolescentes con este trastorno.
¿Cómo afecta a las familias?
La vida de toda la familia se ve afectada cuando un/a niño/a o adolescente desarrolla un trastorno obsesivo compulsivo. Inicialmente, los rituales pueden pasar desapercibidos o ser confundidos con simples «manías de niños/as», pero esto cambia cuando los/as padres/madres perciben que el niño o la niña necesita con urgencia realizar esas conductas y parece ansioso/a o angustiado/a cuando no puede realizarlas o finalizarlas.
Este cambio de percepción suele ser un punto de inflexión en el que la familia comienza a darse cuenta de la seriedad del problema y la necesidad de buscar ayuda profesional.
Además, es frecuente que los/as niños/as involucren de alguna manera a sus familiares, haciéndolos parte de sus rituales. Esto puede manifestarse imponiendo reglas y prohibiciones en la convivencia familiar o buscando continuamente seguridad en ellos/as.
La participación de la familia en los rituales del/a niño/a puede generar tensiones y dificultades en la dinámica familiar, así como un mayor estrés para todos los miembros involucrados.
Es importante abordar estas dinámicas familiares en el proceso de tratamiento del trastorno para promover una mejor comprensión y apoyo para todos/as.
Por ejemplo, pueden insistir en que los miembros de la familia se laven las manos al regresar a casa o al tocar ciertos alimentos, exigir que la casa, la ropa o las sábanas se laven con frecuencia excesiva, requerir que sus tareas escolares sean revisadas repetidamente, solicitar constantemente que se le asegure de que no han hecho nada malo, buscar ayuda para llevar a cabo rituales al acostarse, durante las comidas, etc.
Todo este escenario genera una carga de tensión y estrés en la familia, llegando incluso a desencadenar problemas en la relación de pareja. Frecuentemente, los/as padres/madres y hermanos/as se ven obligados/as a adaptar sus rutinas diarias para evitar la ansiedad o el enfado del niño con TOC. Esta situación puede afectar negativamente las relaciones interpersonales, las actividades de ocio y las cuestiones económicas.
Los/as padres/madres experimentan una amplia gama de emociones, que van desde el miedo y la angustia hasta el enfado, la culpa o la frustración. Se sienten desconcertados/as respecto a cómo reaccionar y si las acciones que toman son adecuadas. Por otro lado, los/as hermanos/as pueden experimentar confusión, enfado y cansancio ante esta dinámica familiar tan exigente.
De hecho, en el trabajo psicoterapéutico con niños/as y adolescentes que padecen TOC, los/as padres/madres y familiares desempeñan un papel fundamental. Es esencial ayudarles/as a reconocer los comportamientos característicos del trastorno y brindarles pautas de comportamiento para abordarlos de manera adecuada. Además, se les proporciona apoyo y orientación para que puedan colaborar efectivamente en el tratamiento y facilitar el proceso de recuperación de sus hijos/as.
Los datos sugieren que una combinación de sesiones individuales y familiares es mejor para tratar los síntomas del TOC en los/as menores en la mayoría de los pacientes.
También en el entorno escolar es fundamental proporcionar información a los/as profesores/as para que comprendan las necesidades específicas de estos/as niños/as y adolescentes. Esto les permitirá hacer los ajustes necesarios en el aula para brindar el apoyo adecuado, lo que contribuye significativamente al éxito académico y al desarrollo de habilidades sociales, así como a la mejora de la autoestima de los(as estudiantes afectados/as por este trastorno.