En la situación actual, por desgracia, es posible que algunos de nosotros podamos perder a un ser querido y que al dolor de la pérdida se nos sume la incertidumbre y angustia de cómo explicarle lo que ha ocurrido a nuestros hijos.
En esa situación, sobre todo surgen dudas acerca de cómo manejar dos momentos:
Si el ser querido está grave
Aunque resulte muy doloroso es mejor informarles de lo que está sucediendo, de una manera adecuada a su edad y buscando una situación propicia para ello.
Comunicarles que esta persona “cada vez está más malita o enferma”.
Responder con sinceridad a sus preguntas.
No contener la emoción que surja. Abrazar, apoyar, estar ahí.
Si lo desean, podrían grabar un audio, escribir una carta o hacer un dibujo dirigido a la persona ingresada.
Si el ser querido ha fallecido
Acompañar a un niño que ha sufrido la muerte de un ser querido es un proceso muy difícil y angustioso para los padres y familiares y es normal no saber cómo ayudarles. Se suele tender a intentar ocultar nuestro propio dolor y no hablar con el niño acerca de la muerte, para protegerle, pero en realidad la fantasía del niño puede ser mucho peor y saber la realidad, aunque sea dolorosa, les hace sentir control y a la larga les proporciona seguridad.
La información que se dé al niño debe estar adecuada a su edad y su desarrollo cognitivo y madurativo. Pueden surgir problemas tanto por exceso, como por defecto de realismo.
Se puede explicar la muerte con verdades a medias, midiendo lo que el niño puede asimilar y lo que necesita saber.
El concepto de muerte es abstracto y su comprensión y forma de abordarlo varíe en función de su edad.
Niños de 0 a 2 años
- El niño que está por debajo de los 18-24 meses no entiende que un objeto existe sino está presente.
- Los bebés y los niños pequeños no entienden la muerte, pero pueden percibir lo que siente la persona que los cuida.
Entre 3 y 5 años
- No consideran la muerte como algo definitivo e irreversible.
- Consideran que las personas fallecidas siguen teniendo sentimientos y funciones biológicas. No es raro que hagan preguntas acerca de cómo se alimenta el fallecido o cómo va al baño.
- Para que el niño entienda qué es la muerte puede ser útil hacer referencia a otros momentos donde la muerte está presente (animales, plantas, etc.)
Entre los 5 y los 9 años
- En estas edades, los niños comienzan a darse cuenta de que la muerte es algo que nos ocurre a todos, aunque consideran que es definitiva para los demás y no para él.
- Entre los cinco y los siente años el niño comprende qué es la muerte mejor que años anteriores, pero le faltan habilidades de manejo de las emociones asociadas a la pérdida.
A partir de los 9-10 años, ya consideran la muerte como algo irreversible, universal e inevitable para todos.
¿CÓMO DARLES LA NOTICIA?
- Cuanto antes mejor, pues los niños son muy sensibles al estado emocional de sus padres y es fácil que noten que algo está pasando, más estando todos en casa todo el día.
- Que sean los propios progenitores (o uno de ellos), a ser posible, quienes den la noticia. Buscar un momento donde se pueda hablar con ellos sin interrupciones.
- No protegerles de la realidad. Siempre explicar lo que ha ocurrido con un lenguaje sencillo, adaptado a su edad y con honestidad. “Sabes que…. Estaba muy malito…”
- Responde con sinceridad a sus preguntas, para evitar que busquen sus propias respuestas a preguntas que están por encima de su capacidad de comprensión. Incluso expresar dudas si no tenemos la respuesta clara.
- Utilizar sin reparos la palabra “muerte”.
- Abrázale, apóyale, simplemente estate ahí y escucha lo que tenga que decirte, si es que dice algo. Permítele el llanto, si se da, y simplemente abraza y llora con él, si surge.
En este momento sólo podemos estar ahí, abrazarles, permitir la expresión emocional y responder a todas sus preguntas.
En los niños, las manifestaciones del duelo a veces se dan pasado un tiempo. En los más pequeños son más de tipo fisiológico, al ser mayor la dificultad de expresar las emociones, mientras que en los adolescentes prima el malestar psicológico.
- Las manifestaciones más frecuentes en los más pequeños son: confusión, enfado, miedo a perder a otro ser querido, regresión a etapas anteriores, tristeza, que puede manifestarse con alteraciones del sueño y/o la alimentación…
Es necesario permitir la expresión de todas estas emociones u otras que puedan surgir. Pueden darse algunas, o todas. Es frecuente que se alternen momentos de preguntas y expresión emocional con momentos de indiferencia y silencio. Ningún sentimiento es malo. Todo lo que sientan está bien.
- Podemos ayudarles a expresar esas emociones. Por ejemplo, con los más pequeños, a través del juego, los dibujos o la dramatización.
- Permitir la expresión emocional cuando se dé. Frases como “no llores”, “no estés triste” pueden impedir que el niño se desahogue.
- Podemos compartir nuestro propio dolor y tristeza con ellos, ofreciendo de este modo modelos de actuación.
- Es importante explorar sus preocupaciones.
- Hablar de la persona fallecida con naturalidad. Hablar de ellos no es producir sufrimiento, sino que les consuela y ayuda a elaborar la pérdida.
- Ofrecerle cariño y mantenernos física y emocionalmente cerca de ellos, sobre todo más al principio.
- Las manifestaciones del duelo en los adolescentes se asemejan a las de los adultos. Es importante respetar su ritmo y mostrarse cercanos y disponibles para el momento en el que nos necesiten.