La imagen corporal es la representación mental que tenemos de nuestro cuerpo. Podríamos definirla como la imagen de nuestro cuerpo que creamos en nuestra mente, es decir, cómo nos vemos a nosotros/as mismos/as.
Nuestra imagen corporal está profundamente influenciada por lo que nos han dicho que somos. Es decir, no nos vemos como realmente somos, sino como nos han dicho que somos. Por este motivo, hay personas que dicen que se sienten muy bien con su apariencia física, pese a que no encajen en el canon de belleza imperante mientras que otras que tienen un cuerpo considerado “socialmente aceptable” no se ven bien.
Si a lo largo de su vida una persona ha recibido el mensaje constante de que “tiene que adelgazar”, es probable que interiorice la idea de que su cuerpo “no está bien” y “tiene que cambiarlo”. Esto puede llevarla a desarrollar un rechazo hacia sí misma y su apariencia física.
Teniendo esto en cuenta, podríamos decir que nos vemos a través de cómo nos dijeron que somos, es decir, nuestra imagen no es nuestra únicamente, sino que es el reflejo de todo esos mensajes explícitos e implícitos que no han ido llegando de fuera.
La imagen corporal negativa es aquella que implica insatisfacción, no solamente con el cuerpo, sino también de algún aspecto en concreto del propio cuerpo, pudiendo llegar a convertirse una obsesión extrema.
Cuando hay un trastorno relacionado con la imagen corporal, como la dismorfia corporal y los trastornos de la conducta alimentaria, hay un estado persistente de insatisfacción y preocupación del cuerpo hacia el cuerpo. Es decir, a la insatisfacción corporal se le suma una preocupación constante por la apariencia física.
CONSECUENCIAS DE UNA IMAGEN CORPORAL NEGATIVA
La forma en que nos percibimos puede tener un profundo impacto en nuestra autoestima y salud mental. Una imagen corporal positiva está asociada con una mayor autoestima y bienestar emocional, mientras que una imagen corporal negativa puede llevar a problemas como ansiedad, depresión y trastornos de la conducta alimentaria.
Esta percepción negativa se manifiesta en una obsesión con la apariencia física y puede llevar a comportamientos destructivos relacionados con la alimentación.
En los trastornos alimentarios, de hecho, es frecuente que exista un trastorno de la imagen corporal, lo que a menudo recibe el nombre del «yo rechazado». Este concepto hace referencia a la imagen que la persona ve en el espejo, la cual representa una parte de sí misma que ha sido profundamente rechazada. El «yo rechazado» encapsula toda la historia traumática de rechazo con y hacia el cuerpo, incluyendo las experiencias de crítica, insatisfacción, y el dolor emocional vinculado a la apariencia física.
En el trabajo en psicoterapia, es importante ayudar a la persona a recabar información sobre los defectos percibidos y sobre el “yo rechazado”, es decir, recoger toda esa información que nos ayude a comprender cómo y dónde la persona aprendió a tratar su cuerpo o ciertas partes de él de una manera negativa. Esta comprensión es esencial para poder reparar la historia de dolor y rechazo. A partir de ahí, la terapia se enfoca en construir una nueva relación saludable con la imagen corporal, promoviendo la autoaceptación y el amor propio.
En el caso concreto de los trastornos de la conducta alimentaria, explorar cómo el “yo rechazado” contribuye a su origen y mantenimiento proporciona una comprensión más profunda, lo que ofrece una visión más profunda para abordar y tratar estos problemas de manera efectiva, fomentando una relación más saludable con la imagen corporal y promoviendo la recuperación y la autoaceptación.
Este enfoque en psicoterapia no solo aborda los síntomas superficiales, sino que también trabaja en la raíz del problema, ayudando a la persona a transformar su percepción corporal y mejorar su calidad de vida.