Tratamiento psicológico del TOC en la infancia

Ansiedad, Psicología adolescente, Psicología Infantil, Psiquiatría infanto-juvenil, Trastorno Obsesivo Compulsivo
Susana Zazo Díaz | Psicóloga General Sanitaria

Los tratamientos más investigados para el TOC en niños y adolescentes han sido la Exposición con Prevención de Respuesta (EPR), la Terapia Cognitiva, la Terapia Cognitivo-Conductual y la farmacoterapia.

     La Terapia Cognitivo Conductual y la Exposición con Prevención de Respuesta (EPR) han demostrado mayor eficacia, tanto cuando se aplican individualmente como en familia.

     La Exposición con Prevención de Respuesta (EPR) es el procedimiento que se ha mostrado más eficaz. Proporciona beneficios tanto cuando se emplea sola como en combinación con otras técnicas.

     Consiste en exponer al niño o adolescente, de manera gradual y controlada, a las situaciones, pensamientos o imágenes temidas y enseñarle a bloquear voluntariamente las conductas compulsivas, rituales o conductas de evitación que emplean para aliviar la ansiedad o para impedir que ocurra algo terrible. Esto les permitirá comprobar que no ocurre el daño o peligro esperado, generando un cambio de expectativas que conducirá a la disminución de los rituales y una mayor tolerancia al malestar asociado, lo que llevará a su reducción o extinción.

     La EPR se aplica tanto en la imaginación como en vivo. En el primer caso, el niño imagina contenidos que provocan obsesiones y malestar sin hacer nada por eliminar la ansiedad (p.ej., frena el impulso de eliminar el pensamiento, de sustituirlo por otro o de realizar algún ritual o conducta neutralizadora. Simplemente lo deja estar hasta que gradualmente vaya disminuyendo.

     Al intentar suprimir las obsesiones éstas se mantienen o acentúan, sobre todo a largo plazo. Al enseñarles a dejarlas estar sin luchar hasta que desaparezcan terminarán por ir perdiendo fuerza.

     En el caso de los niños pequeños el tratamiento sufre una serie de modificaciones:

          1. La EPR no se hace en plan intensivo: los tiempos de exposición son más cortos y las aproximaciones más graduales.

          2. Se emplea un programa de refuerzos junto con las tareas de exposición y prevención de respuesta.

          3. La calificación de la ansiedad o malestar producido por las situaciones no se hace según una escala de 0 a 100, sino empleando un medio más gráfico: un termómetro de miedo.

          4. Cuanto más pequeño es el niño, más se necesitará que los padres participen en las sesiones de tratamiento; en cambio, con los adolescentes a veces esto puede ser contraproducente.

     La EPR requiere un gran esfuerzo y dedicación, tanto en la consulta como fuera de ella. A corto plazo, durante la exposición a la situación temida, los niveles de ansiedad suben temporalmente, pero el niño aprende que a través de una confrontación frecuente y prolongada, va tolerando mejor la ansiedad y el malestar y que poco a poco va habituándose a la situación generadora de malestar.

     Se trata de crear oportunidades para cambiar el modo en el que reacciona habitualmente a estas situaciones para que llegue el día en que no necesite realizar los rituales.

     Es importante que este trabajo sea llevado a cabo por un profesional que valore qué situaciones cumplen con los criterios necesarios para comenzar la exposición y que enseñe tanto al niño o adolescente como a sus familiares a manejar los obstáculos que aparecerán.

     Los niños y adolescentes suelen mostrar menos cooperación que los adultos en el tratamiento. De ahí que se aconsejen el uso de otros procedimientos adicionales, como las estrategias motivacionales (la persuasión verbal, el control externo por parte de los padres, el apoyo del terapeuta o el reforzamiento positivo de la cooperación) para incrementar y mantener la motivación, así como otras técnicas conductuales tales como el programa de recompensas o el coste de respuesta.

     Algunos autores defienden la conveniencia de implementar un programa motivacional antes de comenzar la EPR, para que el niño reconozca la importancia de suprimir los rituales (Rosa-Alcázar y Olivares (2010). Puede utilizarse para este fin la entrevista motivacional (Miller and Rollnick, 1991, 2002), procedimiento utilizado para ayudar al paciente a resolver su ambivalencia, promover la motivación hacia el cambio y reducir la resistencia al tratamiento.

     La EPR se llevará a cabo en consulta, pero sobre todo en el medio natural del niño. Los padres colaboran impidiendo la realización de los rituales, dejando de participar en ellos (extinción) y reforzando las respuestas adaptativas y cualquier conducta de aproximación a los estímulos temidos. La EPR basada en la familia se ha mostrado más eficaz que el tratamiento habitual en niños de 3-8 años.

     Antes de la implementación de la EPR tanto los niños y adolescentes como los familiares implicados reciben información sobre el trastorno y estrategias efectivas de afrontamiento de la ansiedad y otros síntomas de malestar. Se les enseña a identificar el ciclo del trastorno y estrategias para ayudar al niño a romperlo.

     En el tratamiento del TOC también se emplean técnicas cognitivas para ayudar al niño o adolescente a tomar perspectiva de los pensamientos, disminuir el grado de credibilidad en sus ideas obsesivas y reemplazar sus cogniciones antiguas y temerosas por otras más realistas y adaptativas, así como para flexibilizar el perfeccionismo obsesivo y la intolerancia a la indecisión y la duda.

     Con el trabajo psicoterapéutico, los niños y adolescentes descubrirán que sus temores no son reales y sentirán que disminuye el poder que ejercen sobre ellos.

     De esta manera aprenderán que son ellos quienes tienen el control y no el TOC. Irán ganando poco a poco sensación de seguridad y confianza en sí mismos y aumentará su sensación de valía y autoestima.

     El objetivo es que puedan de nuevo centrarse en cultivar lo que para ellos es valioso en la vida (amigos, juegos, escuela, compañeros, etc.) y recuperar su vida.

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